¿Mito o realidad?: la verdad detrás del 6-0 de Argentina a Perú en el Mundial 1978
La Selección Argentina necesitaba ganar por una diferencia de cuatro goles ante Perú para clasificar a la final de su Mundial: se terminó imponiendo por 6-0 y sacó boleto al partido decisivo, el cual luego le ganó a Países Bajos para levantar su primer trofeo mundial. Pero, ¿qué hubo detrás en aquel juego disputado el El 21 de junio de 1978?
Las suspicacias alrededor de aquel encuentro, disputado en el estadio Gigante de Arroyito de la ciudad de Rosario, son muchas, y todas giran en torno a la posible influencia del gobierno militar argentino de aquel entonces, que utilizó la Copa del Mundo para limpiar su imagen en el exterior y como arma de distracción puertas adentro. Algunos futbolistas peruanos quedaron catalogados como “traidores” y sus nombres fueron manchados de por vida.
La dictadura argentina y el Mundial 1978
La Copa Mundial de la FIFA de 1978 se disputó en Argentina, país que vivía un complejo panorama político y social: dos años antes se había producido un Golpe de Estado -24 de marzo de 1976- que desencadenó una dictadura cívico-militar. Uno de los pilares del gobierno de facto en los primeros años fue llevar a cabo un aparato represor de secuestro, desaparición y tortura contra aquellos que consideraban “subersivos” y se presentaban como el “enemigo interno”. En ese período de la historia de Argentina, que duró hasta el 10 de diciembre de 1983, hubo terrorismo de Estado.
El Mundial, en este contexto, resultó una buena herramienta para el gobierno de facto: por un lado fue una buena “distracción” para el interior del país, más aún con el seleccionado argentino levantando la copa, mientras que por otro lado fue utilizado para intentar limpiar la imagen del gobierno de facto en el mundo. Las denuncias por violaciones a los Derechos Humanos que llegaban desde otras latitudes eran cada vez más en 1978 y los militares sabían que podía traerle problemas en sus relaciones exteriores.
Si bien la designación de la sede se confirmó durante el gobierno dictatorial de Roberto Levingston (1970), y después de los acuerdos con la FIFA en 1966, la Junta Militar conformada por el general Jorge Videla, el brigadier Orlando Ramón Agosti y el almirante Emilio Eduardo Massera nunca descuidó su organización desde el Golpe de 1976.
Previo a la Copa del Mundo, desde el gobierno militar se adoptaron diversas medidas relacionadas al fútbol y la competencia como “cuestiones de Estado”: asignaron como presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) a Alfredo Cantilo -cercano a Massera y Lacoste-; instauraron el Ente Autárquico Mundial 1978 (EAM 78) para la organización del evento; dictaron la resolución 309 que prohibió la transferencia internacional de 66 futbolistas; declararon al Mundial de “Interés Nacional” mediante un decreto (Ley 21.349); y contrataron a la consultora estadounidense Burson-Masteller, que los asesoró a nivel comunicacional con la finalidad de contrarrestar la deteriorada imagen argentina en el ámbito internacional.
“Un pueblo maduro”, “el júbilo de un pueblo”, “mostramos al mundo cómo somos los argentinos” o “Veinticinco millones de argentinos/ jugaremos el Mundial” fueron algunos de los discursos más recurrentes durante la Copa del Mundo desde el gobierno, buscando establecer un consenso social dentro una violenta dictadura que perseguía fines políticos, ideológicos y económicos.
“Hoy es un día de júbilo para nuestro país, la Nación Argentina”, comenzó indicando Videla en el discurso de apertura del Mundial, en el estadio Antonio Vespucio Liberti del club River Plate, en el que agregó: “Dos circunstancias concurren a ese efecto: la iniciación de un evento deportivo en escala internacional como lo es este Campeonato Mundial de Fútbol 78; por otro lado, la amistosa visita de miles de mujeres y hombres procedentes de las más diversas regiones de la Tierra (que) nos honran hoy con su visita con la sola condición de su buena voluntad en un clima de afecto y de respeto recíproco”.
Por otro lado, y haciendo énfasis en la imagen que quería construir del país en base a lo dialéctico, afirmó: “Y es justamente la confrontación en el campo deportivo y la amistad en el campo de relaciones humanas que nos permiten afirmar que es posible, aún hoy en nuestros días, la convivencia en unidad y en la diversidad. Única forma para construir la paz”, y prosiguió: “Por ello pido a Dios, Nuestro Señor, que este evento sea realmente una contribución para afirmar la paz, esa paz que todos deseamos para todo el mundo y para todos los hombres del mundo. Esa paz dentro de cuyo marco el hombre pueda realizarse plenamente como persona con dignidad y en libertad”.
En tanto, concluyó: “En el marco de esta confrontación deportiva caracterizada por su caballerosidad, en el marco de la amistad entre los hombres y los pueblos, y bajo el signo de la paz declaro oficialmente inaugurado este onceavo Campeonato Mundial de Fútbol 78. Muchas gracias”.
La pelota comenzó a rodar y la Selección Argentina, comandada por César Luis Menotti como entrenador, logró pasar la Primera Ronda: victoria 2-1 ante Hungría en su debut, triunfo con igual resultado contra Francia en la segunda jornada y derrota ante Italia en la última fecha que no le impidió al conjunto local meterse en la siguiente instancia.
La Segunda Fase también se disputó en modalidad de grupos: pasaban dos de cuatro seleccionados donde el primero de cada una clasificaba a la final. Tras vencer a Polonia por 2-0 en el primer encuentro y empatar ante Brasil en cero, Argentina llegó a la última fecha con la obligación de ganarle por una diferencia de cuatro goles a Perú tras la victoria brasileña ante los polacos por 3-1 horas antes.
Las polémicas de la previa del partido: el horario y los incentivos
Antes del sorteo del Mundial el 14 de enero de 1978, el cual se llevó a cabo en la ciudad de Buenos Aires, la FIFA dispuso que la Selección Argentina juegue sus partidos de Primera y Segunda Ronda -en caso de clasificar- a las 19:15 horas (horario local) y que el resto lo haga a las 13:45 o a las 16:45, a excepción del partido inaugural del partido inaugural entre Alemania Federal y Polonia que se disputó a las 15.
La razón de esta decisión era para evitar estadios vacíos: la venta de entradas en el exterior era muy escasa y por eso pensaban que si el seleccionado local jugaba en simultáneo con otros partidos, en estos iba a ir muy poco público porque la mayoría se quedaría en sus casas viendo por televisión o escuchando por radio el encuentro de la Albiceleste. En ese momento nadie se pronunció en contra de esta decisión y el calendario mundialista quedó armado de dicha manera.
Si bien la diferencia de horarios no se notó en la Primera Ronda, la ventaja deportiva que suponía para la Argentina jugar con el resultado puesto de sus rivales quedó expuesta en la última fecha de la Segunda Ronda. El local disputó mano a mano la clasificación a la final con Brasil: habían sumado los mismos puntos, pero los brasileños tenían dos goles más de diferencia de gol. Jugar al mismo horario hubiese dado más paridad a la historia, pero ya estaban establecidos los horarios: Brasil contra Polonia a las 13:15 horas y Argentina ante Perú a las 19:15.
La Confederación Brasileña de Fútbol presionó para que ambos partidos decisivos se jueguen a la misma hora, pero la FIFA se opuso. El argumento principal era la televisación. Coutinho, por entonces director técnico del seleccionado de Brasil, se quejó públicamente en la conferencia de prensa posterior al empate en cero ante Argentina buscando que sus palabras puedan torcer el calendario, pero no lo logró.
Años más tarde se instaló la idea de que los encuentros estaban programados en simultáneo y que luego se cambiaron para favorecer al local. «Hubo una interferencia en el horario de los partidos Brasil-Polonia y Argentina-Perú. Los dos partidos estaban marcados para la misma hora pero pasaron para más tarde al de Argentina. Así, cuando Argentina salió a jugar, ya sabía cuántos goles tenía que hacer porque teníamos los mismos puntos y pasaba a la final el que tenía mejor saldo de goles», aseguró Dinamite, jugador de aquel plantel de Brasil, en una entrevista con la Agencia Télam en junio del 2020.
Pero en la previa de la última fecha, los principales medios de comunicación de la Argentina respondieron las quejas de Brasil con la denuncia de supuestos incentivos al combinado peruano. “Macacos y coimeros”, tituló de manera racista el diario Crónica, que luego añadió: “Terrenos y valijas de dólares de la confederación carioca de deportes si le ganan a la Argentina”. En las notas no presentaban argumentos firmes al respecto, pero el rumor se hizo tan grande que hasta las agencias internacionales de noticias reflejaron la denuncia en diversas notas difundidas los días previos al partido.
Germán Leguía, futbolista peruano en la Copa del Mundo de 1978, le aseguró a la agencia de noticias EFE en una entrevista que el plantel rechazó una oferta que le había realizado la Confederación Brasileña. «La oferta era por ganar o incluso por perder hasta por 3-0. Era un muy buen dinero para todos los que estábamos ahí. Muchos se molestaron con el que llevó la noticia, que fui yo. Me vapulearon. Decían que no nos podíamos vender», recordó.
Lo que poco se habló es de la supuesta incentivación de los dirigentes argentinos a Polonia, rival de Brasil. Durante el Mundial de Alemania Occidental de 1974, futbolistas del seleccionado argentino admitieron con el tiempo que incentivaron con dinero al conjunto polaco para que le ganara a Italia y poder acceder a la Segunda Fase. «Juntamos 25 mil dólares y se los ofrecimos. Así como lo digo: los incentivamos poniendo dinero de nuestros bolsillos y con el agravante de que si nosotros no ganábamos por tres goles de diferencia y ellos cumplían, teníamos que poner la platita y, además, volvernos a casa», relató Enrique Wolff, integrante de aquel plantel albiceleste, en su libro “Simplemente Fútbol”. Polonia finalmente venció 2-1 a los italianos y Argentina, con su 4-1, clasificó a la siguiente instancia.
Con este antecedente, muchos aseguran que argentinos y polacos volvieron a tener un acercamiento en 1978, más aún teniendo en cuenta que los funcionarios y dirigentes de Argentina podían acceder a todas las delegaciones casi sin restricciones. “De lo que no hablaron los medios argentinos fue de un intento de incentivo por parte de dirigentes locales a los polacos. Episodio que, teniendo en cuenta antecedentes y circunstancias, cuesta creer que no haya sucedido”, afirmó el periodista Martín Bauso en un artículo de Infobae publicado en junio del 2019.
La visita de Rafael Videla al vestuario peruano
Aquellos que afirman que el encuentro estuvo arreglado toman, como uno de sus argumentos más fuertes, la visita de Jorge Rafael Videla al vestuario de la Selección de Perú en la previa del encuentro. El hecho de que un jefe de Estado de un país vaya a hablar con los rivales de su seleccionado, más aún tratándose de un régimen dictatorial, levanta todo tipo de sospechas. Más aún al tratarse de un partido clave para la Argentina…
Videla entró a los camarines del estadio Gigante de Arroyito acompañado de Henry Kissinger, por entonces secretario de Estado de los Estados Unidos. «Cuando un Presidente de la República entra con esa prepotencia en el vestuario, están abusando de ti, porque no puedes hacer nada. Está usando su poder para someterte psicológicamente. Te sentís agredido, abusado», aseguró en 2015 Roberto Mosquera, integrante de aquel equipo peruano, en diálogo con Télam.
«Si me dejo amedrentar por un militar es porque lo estoy consintiendo. Fueron a amedrentar. A hablar de la historia común entre Argentina y Perú que yo la conozco. Y eso no es permitido. No debió suceder jamás. Lo ví a Videla en el vestuario y me dio asco. Tenía 20 años y no le di la mano», agregó en la misma entrevista.
Si bien todos los que estuvieron en aquel vestuario y hablaron después públicamente aseguran que Videla, en su discurso, no habló de que dejen ganar a la Argentina por una amplia diferencia, algunos futbolistas tomaron aquel episodio como un mensaje para los que ellos consideran que fueron “los vendidos”: José Velásquez, por ejemplo, entiende que algunos de sus compañeros recibieron dinero para no jugar al ciento por ciento y la presencia del jefe de Estado la entiende por ese lado.
“Videla entró al vestuario con el secretario general de Estados Unidos, Henry Kissinger, supuestamente a desearnos suerte. ¿Qué tenían que hacer ahí? Fue como una manera de presionarnos, para ver a los que se habían vendido”, denunció Velásquez en una entrevista con el diario Trome en 2018.
Otro jugador de aquel Perú, Germán Leguía, también habló de aquella visita de Videla y detalló qué es lo que les dijo. “Nos habló de los hermanos argentinos, nos leyó un comunicado de Morales Bermúdez -dictador de Perú en esa época-. Que siempre hemos colaborado, que nos han defendido… Te estaba diciendo que si Argentina no salía campeón reventaba todo”, afirmó en diálogo en Radio Programas, también en 2018, cuando se cumplió el 40 aniversario del polémico encuentro mundialista.
El 6-0 de Argentina a Perú
En un estadio Gigante de Arroyito colmado de hinchas argentinos -algunos aseguran que había más de 50.000 espectadores-, los equipos de Argentina y Perú saltaron al campo de juego. El encargado de impartir justicia fue el francés Robert Wutz, acompañado por el alemán Ferdinand Biwersi y el italiano Sergio Gonella como asistentes. Ninguno de la terna fue acusado, tras el duelo, de favorecer a la Albiceleste con alguna de sus decisiones.
César Luis Menotti, entrenador argentino, alistó desde el arranque a Ubaldo Fillol; Daniel Bertoni, Américo Gallego, Luis Galván, Mario Kempes; Omar Larrosa, Leopoldo Luque; Jorge Olguín, Oscar Alberto Ortiz, Daniel Passarella y Alberto Tarantini. Por el lado de Perú, el técnico Marcos Calderón puso desde un inicio a: Ramón Quiroga; Jaime Duarte, Rodolfo Manzo, Héctor Chumpitaz, Roberto Rojas; José Velásquez, Cesar Cueto, Alfredo Quesada; Juan Muñante, Teofilo Cubillas y Juan Carlos Oblitas.
Argentina era el claro favorito para conseguir el triunfo, más aún teniendo en cuenta que Perú no tenía chances de clasificar a la final tras haber perdido ante Brasil (0-3) y Polonia (0-1). Además, en enero de 1978, disputaron un partido amistoso en la ciudad de Lima en donde el conjunto argentino se impuso con un contundente 3-0. Sobre ese partido, inclusive, se instaló el rumor de que en el entretiempo le pidieron a los futbolistas albicelestes que no sigan haciendo goles para no “dañar la imagen” del seleccionado peruano de cara a la Copa del Mundo.
Pero, sin dudas, el mayor desafío del elenco argentino no era ganar sino hacerlo por una diferencia de cuatro goles. Para colmo, en los primeros minutos del partido, quien comenzó mejor fue Perú y creó dos claras situaciones de gol: primero Muñante quedó mano a mano frente a Filliol y estrelló la pelota en el palo, generando un silencio atroz en el estadio de Rosario Central; mientras que Oblita, minutos más tarde, fue quien enfrentó al arquero albiceleste y por muy poco no pudo abrir el marcador.
El elenco comandado por Menotti no la pasó bien en el primer cuarto de hora, pero todo cambió cuando el cronómetro marcó el minuto 21: Kempes entró al área con pelota dominada tras dejar un rival en el camino y definió con precisión contra el palo izquierdo del arquero, que nada pudo hacer, logrando el primer estallido en el estadio de Rosario Central. A partir de allí fue todo de Argentina, mientras que el equipo peruano tiró por la borda todo lo bueno que había hecho en el inicio.
Luego de varias chances claras para marcar el segundo tanto, entre los que se contabilizaron dos remates a los palos, el nuevo festejo llegó a falta de dos minutos para el final del primer tiempo y gracias a un débil cabezazo de Tarantini en el que Quiroga tardó en reaccionar. Fue en el único gol de los seis en donde el portero peruano dejó dudas, aunque algunos lo apuntan como uno de los supuestos “vendidos”.
Ya en el segundo tiempo, la Albiceleste necesitó de sólo 5 minutos para conseguir los dos goles que le faltaban: volvió a aparecer Kempes con un fuerte disparo dentro del área para el 3-0, mientras que el 4-0 fue obra de Luque, quien solamente debió empujar la pelota con la cabeza en la línea. Teniendo en cuenta que el elenco incaico no mostraba respuestas, la historia parecía estar sentenciada en Rosario a falta de 40 minutos.
La última media hora estuvo de más, pero le permitió a Argentina asegurarse una buena diferencia de goles: René Houseman, quien ingresó desde el banco de los suplentes reemplazando a Daniel Bertoni, marcó el quinto a los 22 minutos y Luque cerró la goleada a los 27. Igualmente quedó la sensación que, tranquilamente, la victoria podría haber sido aún más amplia por cómo se desarrolló el partido desde el primer gol albiceleste en adelante.
Tras el 6-0, el vestuario que visitó Videla fue el de Argentina. “Muy bien, muchachos, hemos llegado a la final. El Mundial se cierra con nosotros El objetivo era llegar a la final y ahora vamos por el título”, les dijo a los futbolistas el dictador, según contó Luque en una entrevista con Infobae en el 2020.
“Los vendidos”: las acusaciones de soborno y el caso Manzo
No son pocos los que aseguran que algunos futbolistas de aquella Selección de Perú recibieron dinero a cambio de no jugar al ciento por ciento de sus posibilidades para que la Argentina pueda golear. Son los “vendidos” de esta historia, a pesar de que nunca se pudo comprobar ninguna de las acusaciones.
La primera gran polémica al respecto tuvo como protagonista a Rodulfo Manzo. En septiembre de 1979, más de un año después del partido, un periodista colombiano aseguró que dicho futbolista había reconocido haber recibido 50.000 dólares para dejarse ganar. La supuesta confesión la habría hecho en su club, Vélez (Argentina), en una charla con el entrenador Antonio D’Acorsso y el ex boxeador devenido en “masajista” -en realidad acompañaba al plantel como una suerte de seguridad- Jorge Fernández.
La noticia no tardó en llegar a los medios argentinos y Manzo se vio obligado a salir a hablar. La conferencia de prensa la dio en el tercer piso de la sede la Asociación del Fútbol Argentino, en la ciudad de Buenos Aires, en donde leyó una carta escrita en manuscrita y con un claro nerviosismo:
«En el local de la AFA, Viamonte 1366, de la Ciudad de Buenos Aires, en el 3° piso, sede del Consejo Directivo y en presencia de los periodistas a los cuales he convocado como así también directivos de Vélez Sarsfield y jugadores de la misma entidad, certifico en forma terminante que yo, Rodulfo Manzo, de nacionalidad peruana, pasaporte n°: 583.177, no he recibido dinero ni mis compañeros de equipo de la Selección de Perú en el partido jugado en Rosario frente a la Selección Argentina por las semifinales del Campeonato Mundial 1978, y certifico no haber hablado con D’Accorso sobre el tema en cuestión».
En aquel momento no respondió ninguna pregunta pero, con el paso de los años, el “fantasma” de aquel partido lo continuó acechando, hasta tal punto que afirmó: «Estoy enterrado. Esto me persigue de por vida. En mi propio pueblo cuando se habla de fútbol, me dicen ‘tú eres el que te vendiste'».
Manzo era defensor y en el partido mostró claros errores, aunque sus compañeros de la última línea tampoco tuvieron una buena actuación. Pero su apellido fue el principal apuntado, inclusive por sus propios compañeros. «En el entretiempo le pedimos al DT (Marcos Calderón) que lo cambiara porque no paraba a nadie», confesó años más tarde el arquero Quiroga, quien también puso la lupa sobre el traspaso de su compañero a Vélez en 1979. «¿Por qué Manzo, un defensor que fue clave la noche de la goleada, fue comprado por Vélez Sarsfield pocos meses después de aquel desastre?», se preguntó.
Pero Manzo no fue el único apuntado hasta por sus propios compañeros, quienes en parte siempre buscaron despegarse del polémico partido. “Es una realidad que los dirigentes se vendieron y muchos han investigado, hay hasta libros escritos. Que no tenga pruebas, no quiere decir que no haya pasado. Y seis jugadores también se vendieron. Solo puedo nombrar a cuatro, porque hay otros dos que son famosos y les puedo dañar sus carreras”, aseguró Velázquez en la ya mencionada entrevista al portal peruano Trome.
Ante la consulta de cuáles fueron esos “cuatro jugadores que puede nombrar”, lanzó: “Rodulfo Manzo, Raúl Gorriti, Juan José Muñante y Ramón Quiroga. ¿Por qué queríamos que no tapara…? Era argentino y lo iban a abordar, amenazar y queríamos protegerlo de alguna manera. No nos hicieron caso”. La acusación sobre el arquero radica en que nació en Rosario, ciudad donde se disputó el partido. Se nacionalizó peruano en 1977 para poder defender los colores de la Blanquirroja.
Las dudas sobre Quiroga y su nacionalidad, al parecer, ya habían aparecido en la previa. Velázquez, al respecto, contó: “Seis jugadores nos reunimos para decirle al técnico Marcos Calderón que no ataje Ramón Quiroga y aceptó. Al día siguiente, lo primero que hace, es ponerlo. ¿Qué puedes pensar? ¿Se vendió o no?”.
¿Granos a cambio de la goleada?: la relación entre los gobiernos dictatoriales de Argentina y Perú
Uno de los mitos alrededor de aquel 6-0 gira en torno a un supuesto pago de granos de trigo del gobierno militar argentino a su par peruano a cambio de la goleada. En 1986, un día antes del histórico 2-1 de la Selección Argentina a Inglaterra con goles de Diego Armando Maradona, The Sunday Times publicó un artículo firmado por la periodista argentina María Laura Avignolo en donde afirmaban dicha versión.
Pero Ricardo Gotta, quien se dedicó a investigar dicho partido para su libro “Fuimos campeones”, aseguró que la entrega solidaria de granos venía de un decreto firmado por Juan Domingo Perón -ya fallecido en 1978- varios años antes cuando era presidente de la República Argentina.
Lo que sí es cierto es la buena relación que existía entre la Junta Militar argentina y el gobierno peruano comandado por el dictador Francisco Morales Bermúdez, quien también llegó al poder por un Golpe de Estado. Ambos gobiernos, además, formaron parte de lo que se llamó el “Plan Cóndor” -Argentina en mayor medida que Perú-, un proyecto de coordinación de acciones y mutuo apoyo establecido en 1975 por las cúpulas de los regímenes dictatoriales sudamericanos con Estados Unidos.
El mismo, que tuvo como cabeza a Kissinger, se produjo en medio de la Guerra Fría y era una estrategia del gobierno estadounidense para promover las dictaduras en el continente americano con el fin de suprimir sectores políticos de izquierda -relacionados a la Unión Soviética- e impulsar un nuevo modelo económico. Este plan, vale señalar, implicó un trabajo coordinado entre países para detener, torturar y desaparecer aquellos marcados como “subversivos”.