Brad Friedel fue uno de los arqueros más longevos y respetados en la historia de la Premier League. Nacido en Lakewood, Ohio, en 1971, disputó más de 450 partidos en la liga inglesa con equipos como Liverpool, Aston Villa y Tottenham. Su seguridad bajo los tres palos y su disciplina le permitieron mantenerse activo en la élite hasta los 44 años, un récord pocas veces visto en el fútbol de máximo nivel.
Pero detrás de su exitosa carrera deportiva hubo una historia inesperada de fracasos financieros. Durante sus mejores años en la Premier League, Friedel llegó a ganar alrededor de 50 mil dólares semanales, una cifra considerable en el fútbol de comienzos de los 2000. Sin embargo, sus negocios lejos de las canchas no tuvieron el mismo éxito.
La academia de fútbol que lo llevó a la quiebra
En 2007, Friedel invirtió más de 8 millones de dólares en la construcción de una academia de fútbol en Lorain, Ohio, con el objetivo de formar jóvenes talentos en Estados Unidos. El proyecto tenía el respaldo de su nombre y su prestigio, pero rápidamente acumuló deudas millonarias.
Según documentos judiciales, la academia no logró sostenerse económicamente y para 2009 ya debía varios pagos a bancos e inversores. La situación se volvió insostenible y Friedel se vio obligado a declararse en bancarrota personal en 2011, con deudas que superaban los 5 millones de dólares, a pesar de que todavía era futbolista en activo en la Premier League.
Una carrera prolongada por necesidad
Si bien la pasión por el fútbol fue siempre un motor en su vida, la quiebra fue un factor que prolongó su carrera. Friedel se mantuvo en la élite hasta los 44 años, siendo uno de los jugadores de mayor edad en la historia de la Premier League. Su retiro llegó en 2015 con la camiseta del Tottenham Hotspur, tras haber jugado 82 partidos consecutivos con Aston Villa entre 2008 y 2011, una marca récord para un arquero extranjero en Inglaterra.
Más allá de su experiencia financiera fallida, Brad Friedel dejó huella como referente del fútbol estadounidense en Europa. Representó a su selección en tres Mundiales (1994, 1998 y 2002) y es recordado especialmente por su gran actuación en Corea-Japón 2002, donde llevó a Estados Unidos hasta los cuartos de final.